A
veces pasa con algún muy buen libro que buscas algo más del autor y suena
bastante parecido, y ya para el tercero es totalmente predecible, mismo guion
solo cambia el escenario, con este autor te aseguro que no te pasará eso,
inclusive cuando ya conoces a Mario Conde, inclusive cuando ya sabemos que una
parte de la historia se desarrolla en la Habana, inclusive cuando puedes
investigar la parte histórica de la narrativa; este autor te llevará por
caminos de reflexión inesperados, definitivamente es un gran libro.
Me lo
recomendó mi hermano, me dijo que se había vuelto uno de sus favoritos, obviamente
me dio curiosidad, y para las coincidencias de la vida, resulta que mi mamá me
lo había regalado en mi cumpleaños. La portada no te enloquece, es un cuadro en
la sala de una casa, la sinopsis no te quiere vender la historia, así que me
leí más de 10 libros antes de este. Pero una vez que empiezas no puedes parar.
Todo
gira alrededor de esa pintura en la portada, un Rembrandt que fue llevado en un
barco de Europa a Cuba como boleto de entrada a la isla, los padres y la hija
venían ahí huyendo del holocausto, pero nadie de ellos se pudo bajar del Saint
Luis, ahí se quedó su hijo junto con su tío viendo ese barco rodeado de drama,
lágrimas y suicidios, caras que nunca volverían a ver, pero la pintura apareció
en la isla, por lo que el hijo de ese niño que años después erradicó a E.U.
busca a Conde para iniciar una investigación.
Si han
leído a Padura sabrán que siempre trenza historias, lejanas y convergentes, así
que el otro hilo de la historia es de la Europa en que se creó ese Rembrant, de
aspecto judío y semejante a Jesucristo. Nos toma de la mano para enseñarnos una
Europa violenta y con prejuicios, donde la religión dominaba las entrañas de
todos.
Y la
última madeja de la historia se desarrolla en la Cuba actual, en la que las
tribus urbanas dominan el escenario. Empieza un poco desganada esta parte,
Mario Conde nos comparte sus prejuicios sobre los que parecen ser jóvenes sosos
y derrotados, pero de a poco te regresa al inicio de su premisa, la religión o
la falta de ella nos llevan a actuar involuntariamente (¿será esa la palabra?
¿será que cedemos la voluntad?). Su lápiz nos enseña este profundo coraje que
le tiene a la religión, y me parece que nos quiere demostrar que a lo largo de
los años lo único que nos ha hecho es perder la identidad individual y
llevarnos por un empedrado camino, que tal vez solo nos conduzca al apunto de
origen, pero del cual no tenemos forma de librarnos aunque seamos herejes.
Me
parece una historia totalmente original, los personajes absolutamente
verosímiles, y con cierre contundente, pero no es un libro fácil de leer. El
libro es gordo y al principio no lo cargaba, pero a partir de que llegué a la
tercera parte no lo pude soltar. Fue mi compañero en el transiberiano, y vaya
que me hizo gran compañía, con tanto tiempo para leer y pensar no hubo mejor
elección.
*****
5 estrellas
Aún
con sus estrellas completas no es para todos, solo para los valientes que les
gusten los libros grandes y las historias complejas, para los seguidores de
Mario Conde y para los que quieran replantearse el porqué de las religiones.