sábado, 13 de abril de 2019

Esto también va a pasar.


¿Te acuerdas cuando a Will Smith en “The pursuit of happiness” le roban la máquina carisma? Esa escena me daba risa (tal vez aún me dé), se me hacía el colmo de la mala suerte, me parecía excesivo que la vida se ensañaba tanto con una persona y se siguiera levantando a trabajar.

Corte a: cuenta congelada con -740,000 solo de intereses de una cuenta que yo no gasté, en la misma donde tengo mi crédito hipotecario, el cual obviamente tengo pánico de perder, tengo dinero guardado en la caja fuerte; regalo de grandes amigas para que no dejara de tomar mi medicamento, voy por él y no lo encuentro. Rasco en mi memoria, y me veo sacando 500 pero no recuerdo nada después de eso, podría jurar que lo regresé a la caja fuerte, pero últimamente no puedo confiar en mí. Lo perdí.

No me dio risa en lo absoluto, aunque hoy que recuerdo mi cara y mi estrés si me da un poco de risa sarcástica; hay desesperación, crisis de ansiedad, llantos descontrolados, ganas de suplicar que Mafalda logre parar al mundo para que me pueda bajar, pero por más que lo desees tu vida sigue, y hay junta importante, te entaconas, te maquillas y sales al mundo a que los problemas laborales te distraigan de tu realidad.

¿Por qué yo? ¿por qué tanto? ¿qué chingada madre me quieres enseñar?... cuentas conmigo, ojalá pudiera hacer algo más, te quiero mucho, esto también va a pasar, un día a la vez… abrazos, mensajes, consuelo, y por minutos tengo la sensación de que sí va a pasar, de que tiene una solución y hasta un final feliz… llamada, crisis de ansiedad, dolor… volvemos a empezar… ¿por qué tanto?

En esta situación hay tiempo para analizar profundamente, porque no sale de tu mente, el problema está contigo en el insomnio, en los sueños, en las risas sarcásticas, en los corchos de vino que me han acompañado. Entiendes quien de verdad está contigo, en las verdaderas malas. Aprendes a aceptar la ayuda, y aún más, a pedirla. Sabes lo que de verdad significa aprender a desprenderte de lo material. Valoras tu trabajo felizmente remunerado mensualmente. Disfrutas los pequeños regalos de la vida. Reconoces que la vida te ha hecho fuerte.

Pero hay detonadores, cosas simples e inesperadas que te regresan a ese lugar obscuro donde lo que más deseo es tener una capa de invisibilidad y el poder de dejar de leer que cualquier pendej@ me pregunta ¿cómo estás?

¿Por qué no puedo llorar tu muerte, papá? Porque tengo tanto que hacer que no tengo el maldito tiempo de estar triste. ¿Por qué el sentimiento que me domina es el odio? Porque confiaba en ti, con los ojos cerrados y como alguien me dijo: es que si no confías en tu papá ¿en quién confías? ¿es eso? ¿me quitaste la confianza en el mundo? ¿sigue ahí o el golpe fue aniquilador? ¿por qué te fuiste en ese momento tan doloroso para ti? ¿por qué te tuve que ver muerto y envuelto en esas horribles sábanas y confirmar que eso eras tú? ¿por qué tuve que aprobar el maquillaje en tu ataúd? ¿por qué te llevé mariachi y te dediqué la canción con la que quería que me despidieran a mí? ¿por qué tenías tanto miedo de morirte y no hiciste nada para cuidarnos de tus pendejadas? ¿por qué fuiste tan cobarde? ¿por qué crees que yo puedo con esto que tu no pudiste? ¿por qué me partiste la madre? ¿por qué te llevaste todo contigo?


Pero suena el despertador, y como Will Smith, me levanto de nuevo y sigo para no desmoronarme porque en algún momento tal vez sí me pueda reír felizmente de que tuve muy mala suerte pero que eso también pasó.