martes, 21 de septiembre de 2021

Vida de perros

 

¿Alguien ha dado la vida por ti? Suena muy extremo pero por Pietra sí. A simple vista no te llama la atención, es negra y mediana, podría ser cualquier perro de la calle, parece macho y es ultra miedosa, apenas se acerca alguien y empieza a temblar, siempre está en posición de huir y no se deja tocar por nadie, ni a mi mamá que tiene más de 6 años con ella le da el beneficio de acostarse en su regazo, sí se duerme cerca de ella y le da mucho gusto verla, pero la vida de la calle la dejó muy marcada. Vivió varios años junto con otro perro en la cuadra de la casa de mis papás, entre todos les daban de comer a ella y a Andrés (por Andrés García), un guapo y galante cruza de pastor alemán cuidaba de ella y la defendió innumerables veces, hasta que un día lo dejaron malherido y murió. Mi mamá la invitó a su casa, primero a la cochera y poco a poco se fue metiendo a la casa, pero nunca ha podido desarrollar confianza en ningún otro ser vivo. A veces llevamos a comer los perritos a algún restaurante y Greco guapo como se sabe recibe y exige todos los halagos, Prieta se queda temblando lejos de todos, difícilmente la voltean a ver a ella, es más, por varios años en los que vivió en casa de mi mamá yo no la notaba.

Pero es cuestión de verla con detalle para quererla, tiene una trompa finita como de cazadora, le encanta oler y disfrutar cada paso de sus salidas a caminar, sus ojos son tiernos y avispados, si no fuera por las canas que perfilan su trompa y pestañas, cuando la ves con las orejas levantadas pensarías que es una perra joven y no como de 13 años como calculamos. Siempre que nos sentamos a comer se acerca con una alegría que contagia, moviendo la cola y tocándote firmemente con la nariz para que la consideres para compartir tu comida. Así he ido aprendiendo a entenderla y a quererla, a pesar de sus tantos miedos disfruta la vida, la comida, la compañía y la rutina.

Después de un mes instalados en la nueva casa decidimos ir a pasear al parque metropolitano con Greco y Pietra, todos se fueron en la camioneta y yo en la bici, Sofía llevaba sus patines, toda la carne en el asador para aprovechar bien el día, lo primero fue ir al área de perros donde podían estar sueltos. Greco sabe andar sin correa, y percibí en mi mamá un poco de envidia por ver esa libertad,  nos quedamos platicando de eso y le quitamos la correa a Prieta por un rato, nos sentamos en unos troncos a platicar de nuestra nueva vida, la cercanía con el parque era muy prometedora, podrían venir ella y Sofía con los perros algunas tardes, con la ilusión que traen los nuevos comienzos.



De un momento a otro, sin darnos cuenta, como pasa siempre en la vida, Pietra se salió por entre los troncos, no iba corriendo por lo que yo me fui caminando rápido para agarrarla, pero al verme aceleró el paso, no me preocupaba mucho y no quería hacer un gran drama por lo que me fui a un ritmo parecido a ella. Vi un espacio estrecho que me ayudaría a que no me pudiera esquivar, pero venía saliendo una familia con un perro y no quise decirles que me ayudaran a acorralarla porque en ella aplica lo de perro que no ladra sí muerde. Estaba muy cerca de tocarla y corrió, yo también corrí por un largo tramo, me empezaba a cansar cuando la alcancé y la tomé del cuello, se volteó a morderme y la solté, creo que ella al reconocerme no me hubiera mordido, pero fue instintivo, me acordaré con arrepentimiento de ese momento por mucho tiempo, ese fue la última posibilidad que tuve para alcanzarla, corrí y corrí hasta que me quedé sin aliento,  la perdí de vista, no tenía idea de lo grande que es el parque, llegué a una parte en donde ya había calle y ya no supe para donde se fue. No creía lo que estaba pasando, no pude más y bajé los brazos a las rodillas para tomar aire, un señor me gritó , el primero en ayudar después de muchos, me dijo que se había metido a una zanja; era inmensa y difícil de bajar pero fui, ahí el calor se sentía denso, desértico, la tierra tenía grietas y en tramos se sentía muy floja la tierra, en otros había arbustos con espinas, lo iba siguiendo y me decía que veía algo negro por allá, llegué hasta ahí y me subí una pendiente que tenía arbustos largos y lastimaban, me arrepentí de haberme puesto shorts ese día. De arriba no se veía nada, empecé a desconfiar que se hubiera metido en esa zanja, pero seguí buscando, viendo si había un lugar por el que se podía salir, si había pero me parecía poco probable que llegara a ese punto, el señor me preguntaba más, yo trataba de leerlo y saber si era verdad lo que me decía, traía un collar y un tatuaje de la santa muerte, lo que no le hizo ganar puntos de mi confianza, decidí alejarme y buscarla por fuera.

Me torturaba pensando: por qué no dejaste que te mordiera y no estarías pasando por todo esto, por qué no corriste más intensamente, doy cursos de seguridad y prevención y no había presionado lo suficiente para que su placa estuviera con el teléfono actualizado, me torturaba pensar que yo la había soltado, a mí se me había escapado la perrita de mi mamá, con lo poco que le quedaba y lo mal que la había pasado, sin saber que ese mismo mes perdería a su mamá. Recordé lo estúpida que me sentí por el robo, nunca me habían asaltado, menos robado en mi casa, a eso me dedico, yo soy la persona a la que le hablan cuando está en crisis, pero ¿yo a quién le hablo? Si el sentimiento que me domina es la vergüenza, ¿cómo me pudo haber pasado a mí? Esa tarde aún no habíamos dormido ni una vez en la casa, encontramos cajas rotas y cosas tiradas, recuerdo el corazón acelerado y el miedo de que siguieran adentro, les dije que se salieran y hablé a la policía, yo saqué al conejo que era el único que estaba ese día, y salimos a la calle. No tardó en llegar la policía, entraron cortando cartucho pero ya no estaban afortunadamente. Ese día fue sábado, al día siguiente no pude salir de la cama, me sentía estúpida ¿por qué no arreglé la cerca eléctrica? ¿por qué no busqué otro cerrajero que fuera ese mismo día? ¿a quién le platico de esto? Sí lo hice y me ayudaron algunos amigos de la seguridad, pero no fue fácil para mi orgullo magullado.  Las perdidas económicas no fueron muchas pero nos costó trabajo volver a tener confianza. Un vecino nos compartió los videos del momento del robo y nos dio tranquilidad entender qué había pasado, pusimos las medidas necesarias, pero nos trabajo volver a tener confianza.

Y hoy estaba reviviendo todo eso, aunado a la sensación de no tener una red de apoyo en Guadalajara. Ahí seguía caminando a lado de lo que parecía una orilla de río, gritaba y gritaba; le hablé cariñosamente a unas 5 ratas que respondieron a mi nena con movimientos empáticos. El amigo de la santa muerte seguía por ahí rondado y continuamente me sentía insegura, culpable y sola. Mi mamá estaba como ida, a ella le cuesta trabajo afrontar los momentos de estrés, se queda entre asustada y enojada pero no ayuda mucho, no sabíamos que una semana después mi abuelita de 99 años moriría haciéndola pasar por otro periodo de depresión, le ha pasado tanto en tan poco tiempo que ya no sé cómo ayudar o sobrellevar todo, tratar de ser la que soluciona los problemas, pero en este caso como te digo yo era la culpable.

Acuérdate que a primera vista no es una perrita que llame la atención, pasa como perro de la calle al que nadie ve, tuvimos esperanza cuando nos dijeron que la vieron pasar con una rama atorada en el collar, eso nos indicó que seguía en el parque, y no nos rendiríamos. Pasamos más de 5 horas dando vueltas en bicicleta y caminando, estábamos sucios, con sudor seco, sedientos y destruidos, la ilusión se iba esfumando con la puesta del sol. Decidimos darnos un tiempo para ir a comer, recargar pilas y reorganizarnos, mi mamá no pudo más y lloró, yo no quería llorar porque la quería encontrar pero lloré. Decidimos que yo llevaría a Sofía a la casa, me bañaría para quitarme todas las espinas que traía metidas en la ropa y regresaría para rolarnos turnos ¿hasta qué hora? No lo dijimos, seguíamos sin plantear la posibilidad de regresar a casa sin ella.

Me acordé de que unos meses antes platicábamos sobre que todos tenían una mascota (mi mamá 2) y yo ninguna, pero que a mi siguiente mascota le pondría Friday, empezó como broma pero luego ya bastante seguido le decíamos a Pietra: Friday, era gracioso porque simulábamos que era mía pero no se dejaba tocar por mí. Poco antes de esto por una semana me quedé solo con ella en la casa y salíamos diario a caminar, creamos un vínculo, aprendí a leer su manera de expresar cariño, me contagiaba su alegría con la decisión implícita de tocarte con la trompa para decirte que estaba ahí, me enseñó a disfrutar los paseos vespertinos sin prisa, por el puro placer de oler y disfrutar cada tramo, en donde movía su cola larga con sincera alegría. No podía pensar no tenerla, no podía pensar darle una tristeza más a mi mamá. Ella por supuesto que no me culpaba, de nada, era yo la que me decía una y otra vez que era mi responsabilidad tener bien a la familia, que yo los había movido aquí.

Me acompañó Sofía a imprimir carteles con el número de teléfono por si la veían, aun pensando que sería más difícil que cualquier otro perro porque ni por conocidos se deja agarrar, se que la gente no la ve como yo no la veía antes, pero ahora que la entendía y quería no me imaginaba perderla y que volviera a la calle donde había sufrido tanto, ya era muy viejita como para tener confianza en alguien más que no fuera mi mamá. Con los carteles en las manos la sentí un paso más allá de perdida, no lo lograríamos si no la encontrábamos nosotros mismos.

Regresamos a la casa para continuar con el plan y no lo vas a creer, ahí echada en la entrada estaba Pietra, esperándonos, por supuesto gritamos, no lo podíamos creer, nos vio y movió su larga y feliz cola, corrimos a abrazarla, la subí a la camioneta apretándola para dar la noticia en el camino y no perder un segundo en que la vieran, lloramos de alegría, no podíamos creer lo valiente e inteligente, nosotros pensando que estaría escondida en algunos matorrales del parque y ella había encontrado el camino a 1 kilómetro de distancia en casa nueva y en su primera vez en el parque, había cruzado calles y ella sola nos había encontrado, algún buen vecino le puso agua y tortillas como para que no se fuera, todos en familia gritábamos y nos abrazábamos.

Regresamos juntos y todos, agradecidos unos con otros por no soltarnos, por quedarnos hasta el final y ser una verdadera familia, perdonando nuestras culpas y reacciones, pero con la prueba aprobada y siendo una familia de 4 humanos y 4 animales que nos amamos muy a nuestra manera.



Epílogo: hoy 21 de septiembre del 2021 Pietra se fue al cielo, en los últimos meses desde la llegada de Dori, se sintió parte de la manada, se integraba con los perros para caminar y comer. Se fue entre palabras cariñosas, abrazos y la lectura de este capítulo de nuestras vidas.