¿Alguien
ha dado la vida por ti? Suena muy extremo pero por Pietra sí. A simple vista no
te llama la atención, es negra y mediana, podría ser cualquier perro de la
calle, parece macho y es ultra miedosa, apenas se acerca alguien y empieza a temblar, siempre
está en posición de huir y no se deja tocar por nadie, ni a mi mamá que tiene
más de 6 años con ella le da el beneficio de acostarse en su regazo, sí se
duerme cerca de ella y le da mucho gusto verla, pero la vida de la calle la
dejó muy marcada. Vivió varios años junto con otro perro en la cuadra de la
casa de mis papás, entre todos les daban de comer a ella y a Andrés (por Andrés
García), un guapo y galante cruza de pastor alemán cuidaba de ella y la
defendió innumerables veces, hasta que un día lo dejaron malherido y murió. Mi
mamá la invitó a su casa, primero a la cochera y poco a poco se fue metiendo a
la casa, pero nunca ha podido desarrollar confianza en ningún otro ser vivo. A
veces llevamos a comer los perritos a algún restaurante y Greco guapo como se
sabe recibe y exige todos los halagos, Prieta se queda temblando lejos de
todos, difícilmente la voltean a ver a ella, es más, por varios años en los que
vivió en casa de mi mamá yo no la notaba.
Pero es cuestión de verla
con detalle para quererla, tiene una trompa finita como de cazadora, le encanta
oler y disfrutar cada paso de sus salidas a caminar, sus ojos son tiernos y
avispados, si no fuera por las canas que perfilan su trompa y pestañas, cuando
la ves con las orejas levantadas pensarías que es una perra joven y no como de
13 años como calculamos. Siempre que nos sentamos a comer se acerca con una
alegría que contagia, moviendo la cola y tocándote firmemente con la nariz para
que la consideres para compartir tu comida. Así he ido aprendiendo a entenderla
y a quererla, a pesar de sus tantos miedos disfruta la vida, la comida, la
compañía y la rutina.
Después de un mes
instalados en la nueva casa decidimos ir a pasear al parque metropolitano con
Greco y Pietra, todos se fueron en la camioneta y yo en la bici, Sofía llevaba
sus patines, toda la carne en el asador para aprovechar bien el día, lo primero
fue ir al área de perros donde podían estar sueltos. Greco sabe andar sin
correa, y percibí en mi mamá un poco de envidia por ver esa libertad, nos quedamos platicando de eso y le quitamos
la correa a Prieta por un rato, nos sentamos en unos troncos a platicar de
nuestra nueva vida, la cercanía con el parque era muy prometedora, podrían
venir ella y Sofía con los perros algunas tardes, con la ilusión que traen los
nuevos comienzos.
De un momento a otro, sin
darnos cuenta, como pasa siempre en la vida, Pietra se salió por entre los troncos,
no iba corriendo por lo que yo me fui caminando rápido para agarrarla, pero al
verme aceleró el paso, no me preocupaba mucho y no quería hacer un gran drama
por lo que me fui a un ritmo parecido a ella. Vi un espacio estrecho que me
ayudaría a que no me pudiera esquivar, pero venía saliendo una familia con un
perro y no quise decirles que me ayudaran a acorralarla porque en ella aplica
lo de perro que no ladra sí muerde. Estaba muy cerca de tocarla y corrió, yo
también corrí por un largo tramo, me empezaba a cansar cuando la alcancé y la
tomé del cuello, se volteó a morderme y la solté, creo que ella al reconocerme
no me hubiera mordido, pero fue instintivo, me acordaré con arrepentimiento de
ese momento por mucho tiempo, ese fue la última posibilidad que tuve para
alcanzarla, corrí y corrí hasta que me quedé sin aliento, la perdí de vista, no tenía idea de lo grande
que es el parque, llegué a una parte en donde ya había calle y ya no supe para
donde se fue. No creía lo que estaba pasando, no pude más y bajé los brazos a
las rodillas para tomar aire, un señor me gritó , el primero en ayudar después
de muchos, me dijo que se había metido a una zanja; era inmensa y difícil de
bajar pero fui, ahí el calor se sentía denso, desértico, la tierra tenía
grietas y en tramos se sentía muy floja la tierra, en otros había arbustos con
espinas, lo iba siguiendo y me decía que veía algo negro por allá, llegué hasta
ahí y me subí una pendiente que tenía arbustos largos y lastimaban, me
arrepentí de haberme puesto shorts ese día. De arriba no se veía nada, empecé a
desconfiar que se hubiera metido en esa zanja, pero seguí buscando, viendo si
había un lugar por el que se podía salir, si había pero me parecía poco
probable que llegara a ese punto, el señor me preguntaba más, yo trataba de
leerlo y saber si era verdad lo que me decía, traía un collar y un tatuaje de
la santa muerte, lo que no le hizo ganar puntos de mi confianza, decidí
alejarme y buscarla por fuera.
Me torturaba pensando:
por qué no dejaste que te mordiera y no estarías pasando por todo esto, por qué
no corriste más intensamente, doy cursos de seguridad y prevención y no había
presionado lo suficiente para que su placa estuviera con el teléfono
actualizado, me torturaba pensar que yo la había soltado, a mí se me había
escapado la perrita de mi mamá, con lo poco que le quedaba y lo mal que la
había pasado, sin saber que ese mismo mes perdería a su mamá. Recordé lo
estúpida que me sentí por el robo, nunca me habían asaltado, menos robado en mi
casa, a eso me dedico, yo soy la persona a la que le hablan cuando está en
crisis, pero ¿yo a quién le hablo? Si el sentimiento que me domina es la
vergüenza, ¿cómo me pudo haber pasado a mí? Esa tarde aún no habíamos dormido
ni una vez en la casa, encontramos cajas rotas y cosas tiradas, recuerdo el
corazón acelerado y el miedo de que siguieran adentro, les dije que se salieran
y hablé a la policía, yo saqué al conejo que era el único que estaba ese día, y
salimos a la calle. No tardó en llegar la policía, entraron cortando cartucho pero
ya no estaban afortunadamente. Ese día fue sábado, al día siguiente no pude
salir de la cama, me sentía estúpida ¿por qué no arreglé la cerca eléctrica?
¿por qué no busqué otro cerrajero que fuera ese mismo día? ¿a quién le platico
de esto? Sí lo hice y me ayudaron algunos amigos de la seguridad, pero no fue
fácil para mi orgullo magullado. Las
perdidas económicas no fueron muchas pero nos costó trabajo volver a tener
confianza. Un vecino nos compartió los videos del momento del robo y nos dio
tranquilidad entender qué había pasado, pusimos las medidas necesarias, pero
nos trabajo volver a tener confianza.
Y hoy estaba reviviendo
todo eso, aunado a la sensación de no tener una red de apoyo en Guadalajara. Ahí
seguía caminando a lado de lo que parecía una orilla de río, gritaba y gritaba;
le hablé cariñosamente a unas 5 ratas que respondieron a mi nena con
movimientos empáticos. El amigo de la santa muerte seguía por ahí rondado y
continuamente me sentía insegura, culpable y sola. Mi mamá estaba como ida, a
ella le cuesta trabajo afrontar los momentos de estrés, se queda entre asustada
y enojada pero no ayuda mucho, no sabíamos que una semana después mi abuelita
de 99 años moriría haciéndola pasar por otro periodo de depresión, le ha pasado
tanto en tan poco tiempo que ya no sé cómo ayudar o sobrellevar todo, tratar de
ser la que soluciona los problemas, pero en este caso como te digo yo era la
culpable.
Acuérdate que a primera
vista no es una perrita que llame la atención, pasa como perro de la calle al
que nadie ve, tuvimos esperanza cuando nos dijeron que la vieron pasar con una
rama atorada en el collar, eso nos indicó que seguía en el parque, y no nos
rendiríamos. Pasamos más de 5 horas dando vueltas en bicicleta y caminando,
estábamos sucios, con sudor seco, sedientos y destruidos, la ilusión se iba
esfumando con la puesta del sol. Decidimos darnos un tiempo para ir a comer,
recargar pilas y reorganizarnos, mi mamá no pudo más y lloró, yo no quería
llorar porque la quería encontrar pero lloré. Decidimos que yo llevaría a Sofía
a la casa, me bañaría para quitarme todas las espinas que traía metidas en la
ropa y regresaría para rolarnos turnos ¿hasta qué hora? No lo dijimos,
seguíamos sin plantear la posibilidad de regresar a casa sin ella.
Me acordé de que unos
meses antes platicábamos sobre que todos tenían una mascota (mi mamá 2) y yo
ninguna, pero que a mi siguiente mascota le pondría Friday, empezó como broma
pero luego ya bastante seguido le decíamos a Pietra: Friday, era gracioso
porque simulábamos que era mía pero no se dejaba tocar por mí. Poco antes de
esto por una semana me quedé solo con ella en la casa y salíamos diario a
caminar, creamos un vínculo, aprendí a leer su manera de expresar cariño, me
contagiaba su alegría con la decisión implícita de tocarte con la trompa para
decirte que estaba ahí, me enseñó a disfrutar los paseos vespertinos sin prisa,
por el puro placer de oler y disfrutar cada tramo, en donde movía su cola larga
con sincera alegría. No podía pensar no tenerla, no podía pensar darle una
tristeza más a mi mamá. Ella por supuesto que no me culpaba, de nada, era yo la
que me decía una y otra vez que era mi responsabilidad tener bien a la familia,
que yo los había movido aquí.
Me acompañó Sofía a
imprimir carteles con el número de teléfono por si la veían, aun pensando que
sería más difícil que cualquier otro perro porque ni por conocidos se deja
agarrar, se que la gente no la ve como yo no la veía antes, pero ahora que la
entendía y quería no me imaginaba perderla y que volviera a la calle donde
había sufrido tanto, ya era muy viejita como para tener confianza en alguien
más que no fuera mi mamá. Con los carteles en las manos la sentí un paso más
allá de perdida, no lo lograríamos si no la encontrábamos nosotros mismos.
Regresamos a la casa para
continuar con el plan y no lo vas a creer, ahí echada en la entrada estaba Pietra,
esperándonos, por supuesto gritamos, no lo podíamos creer, nos vio y movió su
larga y feliz cola, corrimos a abrazarla, la subí a la camioneta apretándola
para dar la noticia en el camino y no perder un segundo en que la vieran,
lloramos de alegría, no podíamos creer lo valiente e inteligente, nosotros
pensando que estaría escondida en algunos matorrales del parque y ella había
encontrado el camino a 1 kilómetro de distancia en casa nueva y en su primera
vez en el parque, había cruzado calles y ella sola nos había encontrado, algún
buen vecino le puso agua y tortillas como para que no se fuera, todos en
familia gritábamos y nos abrazábamos.
Regresamos juntos y
todos, agradecidos unos con otros por no soltarnos, por quedarnos hasta el
final y ser una verdadera familia, perdonando nuestras culpas y reacciones,
pero con la prueba aprobada y siendo una familia de 4 humanos y 4 animales que
nos amamos muy a nuestra manera.
Epílogo: hoy 21 de
septiembre del 2021 Pietra se fue al cielo, en los últimos meses desde la
llegada de Dori, se sintió parte de la manada, se integraba con los perros para
caminar y comer. Se fue entre palabras cariñosas, abrazos y la lectura de este
capítulo de nuestras vidas.