sábado, 16 de septiembre de 2017

Persona normal. Benito Taibo.

Conmovedor, este libro toca fibras sensibles. Es la contraparte de otro que ya les reseñé; corazonadas. Ambos tratan de la misma historia, un niño de 12 años, Sebastián, pierde a sus padres en un accidente y su tío Paco se va a vivir a su casa para hacerse cargo de él. De ahí empiezan maravillosas anécdotas sobre libros y personas que definitivamente no son normales, de hecho me siento un poco enamorada de los dos, son impredecibles, auténticos, intelectuales y muy sensibles, con sus historias quisieras no tener ni un poco en tu ser de normalidad.

Corazonadas (2016) es la versión de Paco  y Persona normal (2011) la versión de Sebastián, a mi me gustó más la versión del tío, me parece mucho más auténtica, tal vez por la edad del autor, es también más corta y menos poética.

Persona normal se base en poesía y en referencias de libros como si se vivieran en una fantasía real, Sebastián los vive a veces en sueños y a veces los ve. Como la vez pasada también lo comenté Benito Taibo busca fomentar la lectura en jóvenes y adolescentes por eso gusta de hacer referencias y hablar de los libros como lo mágicos que son, que te hacen tener piernas aunque en realidad no las tengas, lo que te hacen viajar, la compañía que te hacen y en el maravilloso ser que te convierten. Amo la manera en que ama los libros este par de personajes. De hecho al final del libro viene un apartado de la biblioteca de Sebastián, donde explica la razón de alguno de los sueños, homenajes a ciertos autores, y todos los libros de los que se habla o se hace referencia; buscando con esto que el lector inicie su propia biblioteca, adorable ¿cierto?

Hay cierta discordancia entre ambas versiones, y no solamente de percepciones sino de hechos por ejemplo la historia del campamento de cumpleaños de Sebastián es muy diferente en ambos libros, los finales también se contradicen un poco. Pero esto es ser un poco juiciosa porque ambos libros son una delicia.

Un capítulo sí y otro un poco menos me sacaban lágrimas de felicidad, no sé si sea por el hecho de que yo también he vivido a través de los libros y en alguna época de mi vida sí fueron un salvavidas y siempre les estaré agradecida por seguir brindándome un escape de la realidad, también así valoro mi biblioteca de libros, a veces solo paso a saludar el área de favoritos… los estragos de ser ñoña desde niña.

***** 5 estrellas
Es un libro sencillo, original, con nudo contundente, verosímil y entretenido. Cumple todos mis requisitos.

Se los recomiendo a todos, a los que quieran aprender más de lectura o de poesía, a quien busque una historia divertida de personas auténticas, a quien quiera pasar un buen rato leyendo. Les aseguro que habrá algo en este libro que les pueda gustar.


Ya que por ahora no estoy reseñando todos los libros que leo les voy a platicar de rápido de otro que acabo de terminar, es Tranca palanca de Elmer Mendoza. No me gustó, es la tercera vez que lo intentaba leer y ahora sí me fijé el objetivo de terminarlo. Son una serie de cuentos cortos en general que tratan de la cotidianidad mexicana y el autor se mete como personaje en varios. Son como si fueran fragmentos de un todo, y el autor solo quisiera mostrarte una parte, por lo cual muchas veces no hay final. Hubo dos que me gustaron y se me quedaron grabados pero en general el estilo no me encanta, ya había comprado otro libro de este autor, ya les comentaré cómo me va.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El decálogo de la enferma

En esta ocasión no te voy a escribir de algún libro que leí, sino de algo que estoy escribiendo, espero te sirva.

Es fácil decirte que no importa lo que venga y que estoy lista para todo cuando me siento bien, pero en días como hoy el panorama es deslucido. De entrada no duermo bien, el dolor me levanta, suena el despertador y siento que no descansé nada, porque en los ratos que pude dormir todo se relacionó con el dolor. Siento como si hubiera corrido medio maratón cargando una mochila llena de útiles en la espalda. E increíblemente la peor parte no es el dolor, es la fatiga, mi más grande enemiga, la que me roba mi esencia y me deja como trapo. No me puedo levantar de la cama, estoy muy enojada, no tengo hambre y la vida no tiene sentido. Pero por más negro que esté todo tengo que hacer el esfuerzo, me lavo la cara y salgo al ruedo, por más que sea difícil es peor encontrarme con la tarde acostada en mi cama. A veces voy a acostarme a la oficina o a algún centro comercial, duermo un rato más después del esfuerzo de manejar y me meto en un café y te escribo, para que no se esfume el sentimiento. ¿Por qué? Porque hay algo que te quiero contar sobre las personas que estamos enfermas. Tomando las debidas distancias con los demás enfermos (la mayoría que conozco son unos corazones con patas) y yo que soy muy agria, directa y poco tolerante. Te voy a dar un decálogo de cómo sobrevivir a una plática con nosotros en un día malo.

1.     1. Que tu saludo no sea: ¿Cómo estás? No sé en qué momento se puso de moda que apenas nos vemos hagamos esta ridícula pregunta. Ahora todos lo dicen sin querer en realidad saberlo, te lo puede preguntar un cliente, o el que te va a fastidiar para ofrecerte un seguro de tu tarjeta de crédito, o la situación que peor me cae; cuando al que sí quieres contarle cómo estás, pero vienes llegando a la reunión, y primero tienes que saludar a 15 personas más para poder sentarte respirar, hablar de otro tema, y luego contestar al ¿cómo estás? A mí no me gusta decir bien cuando no lo estoy, por favor, si honestamente le vas a preguntar a alguien cómo está, espera al momento indicado, más si sabes que la persona en cuestión de entrada no está bien.
Por diversión, he contestado algunas veces: mal, no sabes lo entretenido que puede ser que la persona le trate de encontrar un sentido positivo a tu respuesta.
Seré muy purista, pero creo que esta pregunta solo se hace cuando de verdad te interesa escuchar la respuesta. 

2.     No nos digas échale ganas. Créeme que estar ahí parado frente a ti es ya un gran esfuerzo. Esta me parece una frase trofeo para quien la dice, no para quién la escucha, es querer decir algo positivo, porque tú te crees positivo, no porque en algún sentido pueda ayudar tu comentario.
No sueltes algo con tanto peso, sin saber todo el esfuerzo que le requiere a la contraparte enferma su día a día.

3.    3. A veces es mejor no decir nada. No creas que cuando te cuentan algo tan fuerte como estar pasando por una quimioterapia o tener una enfermedad sin cura es para que le des alguna solución, al menos yo lo que busco es desahogarme, y me quedo tranquila si después de todo escucho: no tengo palabras para decirte. Para mí lo es todo que me hayas escuchado. 

4.No ofrezcas curas milagrosas. Puede ser que a ti te vaya de maravilla con la homeopatía, que sepas que hay una nueva dieta alcalina que es infalible y te cura de lo que tengas, o que a tu tía la salvó un licuado de una planta que viene de África; créeme que nuestra gente más cercana y nosotros mismos ya buscamos opciones, no necesitamos más. A mí me tomó casi año y medio empezar con algo más que la medicina alópata (después de pasar con 4 reumatólogas), me daba mucho miedo ir al psicólogo y abrir la caja de pandora, y aunque sabía que me hacía mucha falta después de este periodo es que empecé a ir y me ha ayudado mucho, probar con aceites esenciales me tomó el mismo tiempo. Sé que hay muchas opciones, pero no las podemos probar todas, en primera porque cada opción implica un gasto más a los que ya tenemos y en segunda porque también implica una inversión de fe, cosa de la que al menos yo, tengo a cuentagotas.

5.     5. No me recomiendes otro doctor. Creo que cada uno de nosotros nos tomamos muy en serio con qué doctor ir. Podría ser que puedas ayudar si conoces al cirujano “x” con el que es muy difícil encontrar cita, pero fuera de eso, cada quién evaluamos con quién estar, ya sea por distancia, por trato humano, porque te cree cuando le explicas un dolor, porque está en tu red del seguro, en fin, creo que si no te piden recomendación, sería mejor no darla.

6.     6. No nos digas: tú eres muy fuerte yo no podría con esto. Es verdad, doy vuelta atrás a mi vida y yo también lo he dicho, pero al sol de hoy me parece una grosería, es como decir, que jodida está tu vida, que bueno que no me tocó a mí algo así porque me suicido. ¿Qué se espera de respuesta a esta afirmación? Gracias, sí me doy cuenta de que tú eres muy débil, o si, en la lotería de la vida me han tocado cosas jodidas, pero como soy fuerte me las aguanto. Y de verdad he oído decir esto en situaciones cuando alguien pierde un familiar, o tiene un hijo con alguna capacidad diferente, o le salió mal el control prenatal y tiene más de cinco hijos, en muchas situaciones he oído esta frase, pero creo que en ninguna aplica. En ese momento la mayoría de las personas no nos sentimos fuertes, al contrario, sentimos que es injusto que nos haya escogido a nosotros una enfermedad rara o una tragedia tan grande, y no necesitamos saber que tú crees que nosotros somos “mejores que tú” en algún sentido y gracias a Dios no te tocó a ti. A quién yo le haya dicho esta ridícula frase le ofrezco mi más sincera disculpa.
7.     
7     7. Haz, no ofrezcas. Esta es una de las más difíciles, porque no es fácil encontrar algo que pueda alegrar a una persona enferma. Entonces la frase que soltamos es: lo que se te ofrezca. No quiero ser juzgona, pero  ¿podrías ser más específico? ¿me podrías dar un ejemplo de en qué me podrías ayudar? Y en esta ocasión no lo digo con sarcasmo,  pero es que al menos yo últimamente sí necesito de mucho más ayuda que antes, pero sería bueno saber de qué estamos hablando. Te podrías quedar una tarde con mi hija algún día que me sienta mal, me podrías llevar al hospital algún día que no me sienta bien para manejar, podrías invitarme un té y que te pueda platicar largo y tendido, podrías hacer muchas cosas por mí y te lo agradezco pero si es en serio sería bueno saber las opciones posibles. Te voy a contar de mi adorada amiga Isabel, una hermosa brasileña que la vida puso en mi camino, con una sabiduría y empatía excepcionales, ella es muy respetuosa con este y todos los temas, así que nunca pregunta de más como generalmente nos pasa a todos. Un día llegó a mi casa con un vale por 4 sesiones de reiki, hecho por ella y decorado con mariposas; se tomó la molestia de contactar a las personas que ella estaba segura que me querían (estamos hablando de la hermosa comunidad de aquario en la que vivo) y las invitó a hacer un fondo económico para que yo tuviera un presupuesto para gastar en algo que me ayudara espiritualmente. Se me llenaron los ojos de lágrimas, a mi no se me habría ocurrido hacer algo tan lindo por alguien, pero fue algo que me apapachó el alma.
8.     
     8. No me dejes de contar tus problemas porque creas que los míos son más grandes. Hay días malos (como hoy) pero hay otros días en que me gustaría que mi vida fuera lo más normal posible, y tus problemas no me parecen poca cosa, porque en caso de ponernos en ese mood, siempre encontraré a alguien con peor suerte que la mía, pero eso no me va a aliviar en nada. Es como cuando a tus 7 años que no te querías comer el caldo de pescado y te decían que en Somalia había niños muriendo de hambre, ¿se te abría el apetito? Por supuesto que no. Así que démosle a todo su justo peso, a mi me interesan tus problemas, y quisiera que me los contaras sin tapujos, si estás que te lleva la fregada por lo que te hizo tu novio, o que ya no soportas a tu mamá me encantará escucharte. Es más te confesaré secretamente que amo saber que no soy la única que tiene problemas, amo las series de asesinatos, enfermedades y manías raras, me distrae la mente.
9.     
          9. No me digas que lo mío es poca cosa, porque al tío de tu amigo le fue peor que a mí. Podrás estar pensando, pero es que Paulina si está loca, acaba de decir en el punto anterior que le distrae saber de otras cosas peores, y ahora dice esto y el punto aquí es que no minimices, no sabes el esfuerzo que me requiere contarte esto, tal vez hoy es un día catártico en el que necesito sacarlo porque la esclerodermia es horrible y que hay días que no puedo con ella y me ponen de ejemplo a un amigo que tenía esclerosis múltiple, pero vivía con mucha actitud aunque estaba con una cuidadora porque ya no podía caminar (¿en serio?). Seguramente tienes esa amiga, que siempre conoce a alguien que le pasó algo peor o mejor que a ti, siempre. Lo que yo te pido en este momento es que me escuches.
    
    10. No escatimes en abrazos. No me caracterizo por ser la persona más cariñosa, pero ahora entiendo el potencial de un abrazo y un beso en el momento que lo sientas, a veces me quiebro y salen muchas lágrimas, a veces te abrazo y no quiero soltarte. Si crees que puede ser incómodo abrazar a tu enfermo, quítate esa idea de la cabeza, abraza fuerte y con el alma cada que se te antoje.


Perdón si caigo en lo exagerada, pero también me han comentado mucho que no saben cómo tratarme, ni yo lo sabía en un principio, pero pienso que al menos haber escuchado esto alguna vez podría ayudarte a tu relación con otro enfermo, tenemos las emociones muy a flor de piel, y al menos a mí, hay muchos momentos en que es difícil tratarme.