En esta ocasión no te voy a escribir de algún libro que leí, sino de algo que estoy escribiendo, espero te sirva.
Es
fácil decirte que no importa lo que venga y que estoy lista para todo cuando me
siento bien, pero en días como hoy el panorama es deslucido. De entrada no
duermo bien, el dolor me levanta, suena el despertador y siento que no descansé
nada, porque en los ratos que pude dormir todo se relacionó con el dolor.
Siento como si hubiera corrido medio maratón cargando una mochila llena de
útiles en la espalda. E increíblemente la peor parte no es el dolor, es la
fatiga, mi más grande enemiga, la que me roba mi esencia y me deja como trapo.
No me puedo levantar de la cama, estoy muy enojada, no tengo hambre y la vida
no tiene sentido. Pero por más negro que esté todo tengo que hacer el esfuerzo,
me lavo la cara y salgo al ruedo, por más que sea difícil es peor encontrarme
con la tarde acostada en mi cama. A veces voy a acostarme a la oficina o a
algún centro comercial, duermo un rato más después del esfuerzo de manejar y me
meto en un café y te escribo, para que no se esfume el sentimiento. ¿Por qué?
Porque hay algo que te quiero contar sobre las personas que estamos enfermas.
Tomando las debidas distancias con los demás enfermos (la mayoría que conozco
son unos corazones con patas) y yo que soy muy agria, directa y poco tolerante.
Te voy a dar un decálogo de cómo sobrevivir a una plática con nosotros en un
día malo.
1. 1. Que tu saludo no sea: ¿Cómo estás? No
sé en qué momento se puso de moda que apenas nos vemos hagamos esta ridícula
pregunta. Ahora todos lo dicen sin querer en realidad saberlo, te lo puede
preguntar un cliente, o el que te va a fastidiar para ofrecerte un seguro de tu
tarjeta de crédito, o la situación que peor me cae; cuando al que sí quieres
contarle cómo estás, pero vienes llegando a la reunión, y primero tienes que
saludar a 15 personas más para poder sentarte respirar, hablar de otro tema, y
luego contestar al ¿cómo estás? A mí no me gusta decir bien cuando no lo estoy,
por favor, si honestamente le vas a preguntar a alguien cómo está, espera al
momento indicado, más si sabes que la persona en cuestión de entrada no está
bien.
Por
diversión, he contestado algunas veces: mal, no sabes lo entretenido que puede
ser que la persona le trate de encontrar un sentido positivo a tu respuesta.
Seré
muy purista, pero creo que esta pregunta solo se hace cuando de verdad te
interesa escuchar la respuesta.
2. No nos digas échale ganas.
Créeme que estar ahí parado frente a ti es ya un gran esfuerzo. Esta me parece
una frase trofeo para quien la dice, no para quién la escucha, es querer decir
algo positivo, porque tú te crees positivo, no porque en algún sentido pueda
ayudar tu comentario.
No
sueltes algo con tanto peso, sin saber todo el esfuerzo que le requiere a la
contraparte enferma su día a día.
3. 3. A veces es mejor no decir nada. No
creas que cuando te cuentan algo tan fuerte como estar pasando por una
quimioterapia o tener una enfermedad sin cura es para que le des alguna
solución, al menos yo lo que busco es desahogarme, y me quedo tranquila si
después de todo escucho: no tengo palabras para decirte. Para mí lo es todo que
me hayas escuchado.
4.No ofrezcas curas milagrosas.
Puede ser que a ti te vaya de maravilla con la homeopatía, que sepas que hay
una nueva dieta alcalina que es infalible y te cura de lo que tengas, o que a
tu tía la salvó un licuado de una planta que viene de África; créeme que
nuestra gente más cercana y nosotros mismos ya buscamos opciones, no
necesitamos más. A mí me tomó casi año y medio empezar con algo más que la
medicina alópata (después de pasar con 4 reumatólogas), me daba mucho miedo ir
al psicólogo y abrir la caja de pandora, y aunque sabía que me hacía mucha
falta después de este periodo es que empecé a ir y me ha ayudado mucho, probar
con aceites esenciales me tomó el mismo tiempo. Sé que hay muchas opciones,
pero no las podemos probar todas, en primera porque cada opción implica un
gasto más a los que ya tenemos y en segunda porque también implica una
inversión de fe, cosa de la que al menos yo, tengo a cuentagotas.
5. 5. No me recomiendes otro doctor.
Creo que cada uno de nosotros nos tomamos muy en serio con qué doctor ir.
Podría ser que puedas ayudar si conoces al cirujano “x” con el que es muy
difícil encontrar cita, pero fuera de eso, cada quién evaluamos con quién
estar, ya sea por distancia, por trato humano, porque te cree cuando le
explicas un dolor, porque está en tu red del seguro, en fin, creo que si no te
piden recomendación, sería mejor no darla.
6. 6. No nos digas: tú eres muy fuerte yo no
podría con esto. Es verdad, doy vuelta atrás a mi vida y yo
también lo he dicho, pero al sol de hoy me parece una grosería, es como decir,
que jodida está tu vida, que bueno que no me tocó a mí algo así porque me
suicido. ¿Qué se espera de respuesta a esta afirmación? Gracias, sí me doy
cuenta de que tú eres muy débil, o si, en la lotería de la vida me han tocado
cosas jodidas, pero como soy fuerte me las aguanto. Y de verdad he oído decir
esto en situaciones cuando alguien pierde un familiar, o tiene un hijo con
alguna capacidad diferente, o le salió mal el control prenatal y tiene más de
cinco hijos, en muchas situaciones he oído esta frase, pero creo que en ninguna
aplica. En ese momento la mayoría de las personas no nos sentimos fuertes, al
contrario, sentimos que es injusto que nos haya escogido a nosotros una
enfermedad rara o una tragedia tan grande, y no necesitamos saber que tú crees
que nosotros somos “mejores que tú” en algún sentido y gracias a Dios no te
tocó a ti. A quién yo le haya dicho esta ridícula frase le ofrezco mi más
sincera disculpa.
7.
7 7. Haz, no ofrezcas.
Esta es una de las más difíciles, porque no es fácil encontrar algo que pueda
alegrar a una persona enferma. Entonces la frase que soltamos es: lo que se te
ofrezca. No quiero ser juzgona, pero
¿podrías ser más específico? ¿me podrías dar un ejemplo de en qué me
podrías ayudar? Y en esta ocasión no lo digo con sarcasmo, pero es que al menos yo últimamente sí
necesito de mucho más ayuda que antes, pero sería bueno saber de qué estamos
hablando. Te podrías quedar una tarde con mi hija algún día que me sienta mal,
me podrías llevar al hospital algún día que no me sienta bien para manejar,
podrías invitarme un té y que te pueda platicar largo y tendido, podrías hacer
muchas cosas por mí y te lo agradezco pero si es en serio sería bueno saber las
opciones posibles. Te voy a contar de mi adorada amiga Isabel, una hermosa
brasileña que la vida puso en mi camino, con una sabiduría y empatía
excepcionales, ella es muy respetuosa con este y todos los temas, así que nunca
pregunta de más como generalmente nos pasa a todos. Un día llegó a mi casa con
un vale por 4 sesiones de reiki,
hecho por ella y decorado con mariposas; se tomó la molestia de contactar a las
personas que ella estaba segura que me querían (estamos hablando de la hermosa
comunidad de aquario en la que vivo)
y las invitó a hacer un fondo económico para que yo tuviera un presupuesto para
gastar en algo que me ayudara espiritualmente. Se me llenaron los ojos de
lágrimas, a mi no se me habría ocurrido hacer algo tan lindo por alguien, pero
fue algo que me apapachó el alma.
8.
8. No me dejes de contar tus problemas
porque creas que los míos son más grandes. Hay días malos (como
hoy) pero hay otros días en que me gustaría que mi vida fuera lo más normal
posible, y tus problemas no me parecen poca cosa, porque en caso de ponernos en
ese mood, siempre encontraré a alguien con peor suerte que la mía, pero eso no
me va a aliviar en nada. Es como cuando a tus 7 años que no te querías comer el
caldo de pescado y te decían que en Somalia había niños muriendo de hambre, ¿se
te abría el apetito? Por supuesto que no. Así que démosle a todo su justo peso,
a mi me interesan tus problemas, y quisiera que me los contaras sin tapujos, si
estás que te lleva la fregada por lo que te hizo tu novio, o que ya no soportas
a tu mamá me encantará escucharte. Es más te confesaré secretamente que amo
saber que no soy la única que tiene problemas, amo las series de asesinatos,
enfermedades y manías raras, me distrae la mente.
9.
9. No me digas que lo mío es poca cosa,
porque al tío de tu amigo le fue peor que a mí.
Podrás estar pensando, pero es que Paulina si está loca, acaba de decir en el
punto anterior que le distrae saber de otras cosas peores, y ahora dice esto y
el punto aquí es que no minimices, no sabes el esfuerzo que me requiere
contarte esto, tal vez hoy es un día catártico en el que necesito sacarlo
porque la esclerodermia es horrible y que hay días que no puedo con ella y me
ponen de ejemplo a un amigo que tenía esclerosis múltiple, pero vivía con mucha
actitud aunque estaba con una cuidadora porque ya no podía caminar (¿en serio?).
Seguramente tienes esa amiga, que siempre conoce a alguien que le pasó algo
peor o mejor que a ti, siempre. Lo que yo te pido en este momento es que me
escuches.
10. No escatimes en abrazos. No
me caracterizo por ser la persona más cariñosa, pero ahora entiendo el
potencial de un abrazo y un beso en el momento que lo sientas, a veces me
quiebro y salen muchas lágrimas, a veces te abrazo y no quiero soltarte. Si
crees que puede ser incómodo abrazar a tu enfermo, quítate esa idea de la
cabeza, abraza fuerte y con el alma cada que se te antoje.
Perdón
si caigo en lo exagerada, pero también me han comentado mucho que no saben cómo
tratarme, ni yo lo sabía en un principio, pero pienso que al menos haber
escuchado esto alguna vez podría ayudarte a tu relación con otro enfermo,
tenemos las emociones muy a flor de piel, y al menos a mí, hay muchos momentos
en que es difícil tratarme.